El largo beso del adiós:


Duelo: Dícese del proceso psicológico de aceptación de pérdidas. (Esta definición es mía. No se culpe a ningún Psicólogo de la misma.)

Este proceso se asocia a la muerte de un ser querido, a que te corran de un empleo, incluso a cosas que pueden parecer insignificantes como no encontrar un juguete o que te laven tu cobija sucia de muchos años. En estos casos, el duelo parece inevitable y un entorno saludable se encargará de ayudarte en el proceso.

Solo que a veces ni siquiera sabes que lo necesitas.

Hace algún tiempo, estuve involucrado en procesos donde se nos regresaba a épocas anteriores de la vida. Me sorprendí al darme cuenta que tanto a los 18 como a los 20 años mis recuerdos más dolorosos estaban asociados a duelos no realizados: Me faltaban lágrimas que llorar por hechos acontecidos en esos entonces. Mi parte racional estaba maravillada que después de tanto tiempo todavía cargara con esas cosas y que no fuera conciente de cuanto me dolieron y cuanto me dolían. El proceso trataba de curar esos dolores, trabajarlos y dejarlos atrás. Y si bien las despedidas no hacen que uno se vaya, en verdad que decir adiós veces dura demasiado.

¿Cómo defenderte de eso que vive en ti y que no afecta tu accionar por el mundo? ¿Cómo reconocer una situación si no tiene patrones visibles o medibles de forma sencilla?

Recordar esos duelos no terminados es difícil en una sociedad que te dice que es un deber ser feliz a cada instante. El duelo te permite reconocer que tienes cicatrices que mostrar. Que has peleado y no siempre has vencido. Que sabes del polvo del camino porque lo has probado. El duelo te permite saber que la cicatriz existe y que algunas son grandes, pero otras hermosas. La cicatriz te recuerda que el pasado fue real y al volver a él sin dolor podrás decir que ya lo has superado.

Y con el tiempo descubrí que también se puede guardar duelo por cosas que nunca pasaron. Tu mente no distingue entre lo real y lo que imaginas. Si esa construcción mental, todo eso que pensaste, no ocurrió, el duelo se presenta.

Además, existen los duelos por vínculos creados y no cerrados. Vínculos emocionales incluso intelectuales, en los cuales, si no se dice el adiós adecuado, tu mente seguirá creyendo que se mantienen y cuando la realidad se haga presente dolerá saber que no es así.

Siempre me ha fascinado la idea de aquello que embruja tus adentros,
de los fuegos internos de los cuales apenas y percibes su calor.
Fuegos que esperan las variables adecuadas para hacerte saber que están ahí y que no se irán hasta que los duelos se hayan realizado.

Hasta que las lágrimas necesarias sean derramadas.

Hasta que te decidas a dejarlas ir.

Hasta que el largo beso del adiós termine.

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