El milagro suficiente:

Era demasiado evidente como para dejarlo pasar. Ahí estuvimos. En la esquina de Jerez y López Mateos. El viernes y sábado. Intereses comerciales me hicieron llegar 4 horas antes de los recorridos y partir 1 hora después. La experiencia fue divertida, interesante y cansada.
La valla de jóvenes colocada desde las 8 de la mañana. Las porras que menguaban azotadas por el sol y el cansancio. La emoción recuperada al paso de los aviones: el primero con la comitiva y 20 minutos después, lento hasta lo deliberado, el avión de Alitalia en paralelo con el López Mateos.
El cierre del boulevard. El silencio de una ciudad sin flujo automovilístico donde las porras regresaban para oírse lejos. El seguimiento a la posición papal desde un celular o radio, ya fuera por aquellos que eligieron quedarse en casa o por quienes estaban colocados más cerca del aeropuerto. Dos o tres amagues de su paso debido a las porras del centro comercial.
Un paso fugaz a 30 Km/hr dirían las crónicas. Apenas pasó y la gente se dispersó como hormigas ante el agua.
Al día siguiente una valla improvisada que tomó a los tránsitos y policías descuidados cuando el Mercedes negro de vidrios polarizados pasó raudo hacia Guanajuato.
En la noche, finalmente la espera valía la pena: el Papa pasa lento y con calma, tres eternos segundos donde los presentes estuvimos en comunión.
Estos son eventos que pasan una vez en la vida.
Había que estar ahí para poder contarlo a los nietos.
Había que llevar a los hijos y hacerlos participes de la emoción del momento.
Benedicto nos deja varios mensajes y muchas lecturas:
“Hay que resistirse al cansancio de la fe“.
El Papa reconoce que a veces es más sencillo obrar mal. Que parece que el hacer el bien, comportarse bien no deja nada y que aquellos que pervierten la idea, aquellos que obran mal tienen recompensa. Y entonces nos pide perseverar en la fe. Benedicto es un Papa para leer y escuchar no para ver.
Aún así, las imágenes del Papa ignorando a sus guardias para mantenerse saludando a los niños. Los sombreros de charro que adornaron su cabeza. La sonrisa que nosotros como anfitriones ayudamos a que mostrara y que hicieron que saliera del Miraflores para decir que ahora entendía porque Juan Pablo se sentía un Papa mexicano nos ganaron el corazón. Como pueblo somos “entregados” si vemos que nuestra cordialidad es bien recibida. El concepto que teníamos de Benedicto cambió de forma admirable al verlo contento por nuestra causa.
“¡Esta es, esta es la juventud del Papa!”
Si Benedicto ha sido cuestionado por su edad, el grito de los jóvenes visitantes y locales muestra en donde está la fuerza para desarrollar una idea y la fe de la juventud para trabajar por un mundo mejor.
A los profetas antiguos se les pedían milagros para mostrar que estaban con el Señor e incluso Jesús sabía del poder de un milagro público que lo pusiera en boca de la gente y lograra que su mensaje llegar a más personas.
Dicen que la grandeza de un hombre no se mide por sus logros individuales si no por lo que inspira hacer a otros. Benedicto nos cambió la forma de verlo y la juventud lo sigue y se declara su fuerza.
Tal vez ese sea un milagro suficiente.

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