De monstruos y creadores:


Al leer sobre Historia Universal, es una convención decir que la edad moderna comenzó a finales de 1700. El cambio lo marcaron dos revoluciones: La industrial y la francesa.

En ambos casos, las estructuras de poder religioso pierden lo poco que tenían de fuerza.

La ciencia y la técnica nos dice que Dios no es necesario y que podemos acceder a la sabiduría a través de nuestro intelecto.

La Francia revolucionaria nos dice que la religión estorba para el desarrollo social y el estado laico comienza su camino.

Así que podríamos decir que la modernidad empezó y perdimos la promesa de la Eternidad.

Algunos años después, Napoleón ha sido un fuerte golpe para la estructura mental europea, incluso la inglesa y la velocidad de cambio en la sociedad aumenta de manera vertiginosa.

Como en los 50’, la gente cree que en pocos años cientos de maravillas podrán estar al alcance de la mano. Una nueva ciencia: la atómica en los 50’s, el vapor y la electricidad a inicios del siglo XIX dan base para esa ilusión.

Pero Frankenstein, la novela, nos avisa que no todo será hermoso:

Nosotros, la humanidad, somos el monstruo que descubre ha sido rechazado por su creador y lanzado a un mundo, la naturaleza, donde es un extraño. Se comienza a romper el equilibrio de siglos, las máquinas de la revolución industrial y la ciencia moderna hace que los otros habitantes, animales y plantas, nos teman pues perciben el potencial peligro de eso que nos diferencia: La inteligencia.

El conocimiento nos hace desgraciados pues nos quita la inocencia del paraíso terrenal y nos lanza a la soledad del que se reconoce como distinto.

Así que regresamos, como el hijo pródigo, a la casa del Padre, pero no para pedir perdón, si no para exigir que nos haga felices. Le demandamos que se haga cargo de nosotros, que nos provea de los medios para la felicidad. De lo contrario usaremos los dones que nos ha dado para causar daño y destrucción.

El choque contra la realidad nos ha quitado la fe. La idea de Dios empieza a caer ante el avance de la modernidad y somos niños libres, capaces de todo, pero perdidos en la Nada.

Al final, dañamos al creador y lo destruimos. Algunos filósofos se encargan de declararlo muerto. Y sin él, ya no queda ni el odio y la venganza.

Y por nosotros mismos no somos capaces de encontrar el camino. El siglo XX es la prueba.

¿Qué queda entonces? ¿Todo está perdido?

Al final de la novela, el monstruo se autoinmola junto a su creador.

Pero si la modernidad empezó al perderse la promesa de la Eternidad.

Habrá que empezar a construir la certeza del Infinito

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